Al momento de redactar estas líneas pienso en el tiempo que Luz Adriana y yo llevamos caminando juntos. También pienso en el bambú. ¿Qué relación hay entre lo uno y lo otro?
Después de siete años de aparente silencio e inactividad, el bambú empieza su vertiginoso crecimiento. Durante esta primera etapa de vida, el bambú esta echando raíces, afirmándose en la tierra.
Nosotros llevamos un poco más de siete años y justamente este último año ha sido quizá el más crítico de todos. Tanto que por primera vez estuvimos distanciados durante tres meses.
Ha sido un año decisivo en todos los aspectos de nuestra vida en pareja.
Un año para comprender el propósito de nuestra relación. La razón de ser de nuestro encuentro en esta fascinante aventura de la existencia.
Esta ha sido una relación de pareja poco convencional. Tanto que comenzó desde el mismo día en que nos conocimos, por allá el 28 de enero de 2006 en la cinemateca distrital. Si nos ponemos románticos, diríamos que fue amor a primera vista.
Al igual que todas las parejas, nuestro vínculo comenzó siendo biológico. Es decir, movido por una atracción química.
Con el paso del tiempo, esa atracción química se fue complementando con una afinidad psicológica. A simple vista, coincidíamos en creencias, prácticas y afectos.
Desde el principio, la conversación ha sido nuestro mayor deleite. Durábamos y aun lo hacemos, horas y horas conversando sobre la vida; filosofando, especulando, conjeturando.
Ahora comprendo, lo que realmente estábamos haciendo sin ser conscientes plenamente de ello, era utilizando una Herramienta Afectiva propia del Emparejamiento Formativo: el Conocimiento Interpersonal.
Así transcurrieron prácticamente los primeros dos años, éramos una pareja que estaba disfrutando de los gozosos. De los placeres del emparejamiento, de las mieles del apareamiento. Pero también de las satisfacciones de la conversación, del aprendizaje mutuo, de la mirada reflexiva frente a la Vida.
Para entonces, en nuestras mentes aun no se cruzaba la posibilidad de hacer una vida juntos. Éramos novios, cada cual con sus propios sueños y expectativas como individuos.
Después de los gozosos empezaron a llegar los dolorosos.
Empezó a salir a flote mi herencia machista.
Comenzaron a hacerse evidentes mis carencias afectivas.
Mis instintos egoístas empezaron a presionar.
En aquella época, la fidelidad no hacia parte de mi software afectivo. Por el contrario, mi actuar estaba condicionado por esa tendencia biológica masculina a la novedad y la variedad.
A raíz de lo anterior, en mayo de 2008 casi llega a su fin esta historia. De hecho, formalmente la habíamos concluido.
Días después de esa ruptura nos llegó un bello regalo de la Vida.
Un regalo que encaminaría nuestra relación hacia un plano más social. Es decir, un paso más allá de lo biológico y lo psicológico.
Vía chat, mi Luz me soltó la bomba:
-Estoy embarazada.
A partir de ese momento quedamos conectados completamente.
Biológicamente, tendríamos un hijo.
Psicológicamente, se nos abrían las puertas hacia la felicidad.
Y Socialmente, tendríamos la oportunidad de construir una familia.
El único hecho cierto en ese momento era lo biológico. Seriamos padres.
Lo psicológico y lo social, es decir la posibilidad de ser felices y construir una familia, aun estaba por verse.
Habiendo superado los miedos y la negación inicial, a partir de ese instante empezamos otra historia. Llenos de ilusión, pero carentes de herramientas. Razón por la cual, la construcción de nuestra relación ha sido sumamente difícil.
No obstante la dificultad, nos hemos mantenido unidos. Muchas crisis hemos vivido. Muchas lecciones hemos aprendido. A tal punto que hoy somos plenamente conscientes del propósito de nuestra relación:
Encarnar, construir y divulgar un modelo de emparejamiento que sea compatible con el espíritu de la época.
Un modelo de emparejamiento que tenga como principio fundante la Equidad.
Un modelo en el que mujeres y hombres Trabajamos Juntos en la construcción consciente de nuestra relación, la crianza de nuestros hijos y la consecución de los recursos vitales necesarios para cuidar y proteger nuestra Tribu Familiar.
Hoy pienso que es muy osada esta apuesta.
Y es osada porque un modelo de estas características es tremendamente exigente.
Y es exigente porque exige compromiso y coherencia absoluta.
Se requiere mucha fortaleza afectiva y sobre todo, despertar y mantener la conciencia atenta.
Hoy, como dirían los sociólogos observadores de esta época, las relaciones de pareja son liquidas, efímeras, fugaces, triviales. Están más expuestas al destructor caos que a la constructiva armonía.
Y esto es así porque los modelos tradicionales están haciendo agua. Se están derrumbando, ya no estructuran la relación. Y es así también porque las parejas de hoy ya no buscamos solo estabilidad, también queremos felicidad y sobre todo, sentido.
De igual manera, estamos expuestos a un caudal de información y publicidad en la que el emparejamiento es tratado también como un producto de consumo, de usar y tirar. “Sin compromiso”, como dirían las loras de ese virus social conocido como regueton.
Cada generación tiene su desafío. Se enfrenta al dilema de continuar con una tradición cultural o de emprender nuevos caminos. Ambas posibilidades tienen su precio. Aferrarse a las pesadas cargas de la tradición o atreverse a experimentar las incertidumbres del futuro. A lo mejor se trate de una sabia síntesis de las dos.
Cualquiera sea el caso, lo cierto es que siempre conservamos la ilusión de que emparejarnos nos permita probar el elixir de la felicidad.
La felicidad, la esquiva y tan mal comprendida felicidad.
Los modelos no son camisas de fuerza. Han sido configurados para brindarles estructura a mujeres y hombres que deciden caminar juntos. Cada época y cada cultura ha tenido sus propios modelos.
Nosotros sentimos que estamos en el albor de una nueva época y como tal, exige la creación de nuevos modelos en todos los ámbitos. Y lógicamente que el emparejamiento no podía ser la excepción. De hecho, intuyo que las culturas se empiezan a construir a partir de la forma como las mujeres y los hombres se emparejan.
El emparejamiento es el núcleo de todo sistema cultural.
Somos producto de un emparejamiento y hacia el emparejamiento nos encaminamos.
Si esto es así, ¿por qué no hacer del emparejamiento una oportunidad para formarnos, para seguir creciendo como seres humanos?
El Emparejamiento Formativo plantea esa posibilidad.
El Emparejamiento Formativo comprende que mujeres y hombres no solo nos juntamos para aparearnos, sino también para construir Tribus Familiares. Para descubrir y cultivar nuestros talentos. Para trabajar en pro, ya no solo de nuestra relación, sino en la construcción de una mejor sociedad.
La construcción de una mejor sociedad no es un asunto solamente de los políticos egoístas, es sobre todo un asunto de las parejas, de esas que logran construir Tribus Familiares, de esas que aportan soluciones y no problemas.
Tremendo desafío, ¿no?
Bueno, esta es nuestra causa.
Este es el propósito de nuestra relación.
Es un viaje largo, pero ya es inevitable.
Quizá nuestra relación entonces es como el bambú, siete años duró echando raíces, preparándose para cumplir con su misión.
Ahora parece que llegó el momento de crecer.
¿Hasta donde?
No importa. Lo que importa es el viaje.
Esta es justamente nuestra concepción de la felicidad:
Un viaje, no un destino.
Un viaje entre dos.
Me ayudas a multiplicar, por favor?