COLUMNA 15. GRACIAS NICOLÁS!!!

Recuerdo que cuando Nicolás llegó a la presidencia de Venezuela escribí un relato que se llamó justamente así: “¿Cuándo madurará Venezuela?”. En ese relato ya preveía lo que se venía. 6 años después, la inmadurez pasó la factura. Colombia y Venezuela tienen un origen y un destino en común. Eso es inevitable. Somos hermanos, y ese es un vínculo para toda la vida; pasa a nivel sociopolítico al igual que pasa a nivel familiar. El desastre en Venezuela llegó por cuenta del extremismo de izquierda y el de Colombia está llegando por cuenta del extremismo de derecha. Por cualquiera de las dos vías: izquierda o derecha, el destino es uno solo: el abismo. El mesianismo “chavista” y “uribista” son el peor cáncer que han padecido estas dos naciones en las últimas décadas.

Una característica que tienen en común los “Chavistas” y “Uribistas” es la dificultad para la autocrítica. Y de la mano de ésta incompetencia, la obsesión por criticar y culpar a los otros de los fallos del sistema. En esto ambos se dan la mano. Los “Uribistas” se la pasan criticando la situación de Venezuela, y carecen de la misma vehemencia para pronunciarse y movilizarse en pro de la protección de los líderes sociales que están siendo constante y sistemáticamente asesinados en Colombia. Es una tragedia que me recuerda otra tragedia reciente en la historia de este país: el Genocidio de la Unión Patriótica a manos de fuerzas de extrema derecha de esta nación.

Nicolás Maduro es un tipo inmaduro incapaz de reconocer su incompetencia, y todo el tiempo le echa la culpa a los “Yanquis”, mientras que Uribe envenenó la conciencia del país con su cuento del “Castrochavismo”, le metió miedo a millones de personas y nos tiene ahora de vuelta en un ambiente de tensión y guerra. Así son los extremismos, llevan a las sociedades al abismo, dividen la población, crean un enemigo y están convencidos de ser la única salvación. La megalomanía en acción.

Maduro ha de tener mucho miedo en estos momentos, y ya sabemos que el miedo genera dos reacciones: huida o ataque. ¿Se escapará de Venezuela con todos sus secuaces? ¿Reaccionará militarmente y sumirá al país en una cruenta guerra civil? ¿Cuál será el destino de este miserable hombre? ¿Ya habrá tocado fondo Venezuela?

En esto quedan los mesianismos, en ruinas, si para algo ha de servir esta experiencia Venezolana, es para darnos cuenta de una vez por todas del peligro que representa confiar el destino de una sociedad entera en manos de un hombre o de un grupo político. Tarde o temprano, toda esa burocracia y militancia termina convirtiéndose en un mortal virus que poco a poco va dañando el sistema social.

Quizá lo único positivo que veo en esta tragedia ha sido la integración colombo-venezolana. Millones de venezolanos se pasaron para este lado del charco y no hay día en que no nos encontremos en el camino. Sin querer queriendo, como diría el Chavo, se está haciendo realidad el sueño de Simón Bolívar, en el corazón somos una sola patria, una inmensa tierra que fue liberada por un mismo hombre. 200 años después, el yugo ya no es el imperio español, sino, la demencial obsesión por el poder, que allá tomó forma de “Chavismo”, y aquí se volvió “Uribismo”.

No obstante el oscuro panorama, soy de naturaleza optimista y creo que la gran mayoría de los colombianos aprenderemos la lección del espejo venezolano. El gran peligro para nuestro país no es el fantasma del “Castrochavismo” sino, la realidad del Uribismo, un ego colectivo que nos puede llevar a unos niveles de violencia peores a los vividos en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado.

Entonces por eso le doy las gracias a Nicolás, por servir de ejemplo de incompetencia y estupidez. Tuvo la oportunidad de superar el desastre que heredó de Hugo Chávez, si se hubiese bajado de ese tren a tiempo, otra seria la historia. Pero no, se mantuvo leal a su ídolo y esa lealtad lo tiene hoy donde está, solo contra el mundo. Ojalá Iván Duque tome nota, ojalá su espíritu sea lo suficientemente fuerte para alejarse del ego guerrerista de Álvaro Uribe. Ojalá…

Sea lo que sea, esta claro que observar el mundo social nos permite conocerlo y de paso conocernos a nosotros mismos, que es lo que realmente importa. Saber quiénes somos como individuos, familias, comunidades y como nación. Ver de dónde venimos y para dónde vamos. Este es el propósito de estas líneas, aportar a la reflexión.